Vaya con la valla... por aquí no se puede pasar. Es tarde, de noche, en un extraño noviembre con temperaturas de mayo. Como si nevara en agosto. Me sobra el peso, la cartera que siempre llevo, llena de libros, de material deportivo. Nunca he sido capaz de dejar nada a trás. Siempre elijo ir cargado de sobra por si acaso. Y por eso, por falta de ligereza, se hace difícil avanzar. Por eso tropiezon con vallas insalvables.
Luna de lobos, luna redonda. Dicen que los lobos son animales solitarios, aunque creo que no es cierto, viajan en manada. Es una bonita estampa un lobo aullador en una noche de luna llena. Nunca los he visto, aunque dicen que en otro tiempo estas sierras los tenían en abundancia. Si no los hubieran cazado pdrían ser buenos compañeros de noches solitarias. A ellos no les gusta el whisky, ni el tabaco. Pero en cambio no te exigen estar pendiente de sus palabras y sentirte obligado a responder. Sería una relación libre, sin posesividad como la que los humanos nunca podremos tener entre nosotros.
Cuando decidí que venir a vivir en esta casa perdida entre los montes de Guadalajara, me pareció un buen refugio. Y lo es. En dos años nadie ha venido a verme. Me levanto, recorro un sendero cada vez más marcado, llego a la pista dónde tengo aparcado mi viejo Toyota. Trabajo. Nueve horas, en un almacén. Luego suelo tomara algunas cañas con los compañeros; pero no aguanto más de media hora con ellos. Están adaptados a su trabajo, bromean, ven el fútbol, se van de putas. Repiten lo que han oído en la televisión sobre la actualidad, y se cagan en el gobierno o en la oposición. Pero no hay que engañarse, la política les importa una mierda. Han decidido ser de izquierdas o de derechas como quien se hace del Madrid o del Atleti. Pocas veces hablo. Si me pasara de listo me mirarían mal y el trabajo sería incómodo. Y yo quiero tranquilidad.
Luego compro algo de comida en un restaurante chino, la meto en el maletero junto con dos botellas de vino, y alguna de whisky. La marca depende del día del mes en que estemos. A día 30 bebo vino de cartón y whisky Hacendado. Aparco, dejo el coche abierto, y trepo por el sendero. Quince minutos después estoy abriendo un libro, viendo una película y emborrachándome lentamente. Es una vida sin ninguna complicación, casi ideal.
La casa me la encontró un buen amigo. Luego os hablaré de él. Era el hermano de una chica con la que estuve encoñado. Hoy la chica ya no está y la verdad es que no logro recordar su cara. Pero la amistad con Luis quedó afianzada.
Hoy hacía buena tarde, noche más bien. Demasiado para noviembre. Abrí la puerta del coche, y encendí un Gauloises rubio sintiendo el olor del pinar. Decidí tomar un trago de whisky. Y luego otro. Acabé la botella y la borrachera me pilló aún sentado en el coche. No es extraño que haya perdido el camino, es una senda poco marcada, más para alguien borracho y sin luz.
La luna, un borracho y una queja. Que cuadro.
lunes, 23 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)